"Vorrei che nella Costituzione della nostra Repubblica ci fosse

scritto che l'Italia è una nazione fondata sulla differenza.

[...]

Chi è differente, chi non si adegua (o non si integra, che è lo

stesso), è quindi considerato a-normale e la conseguenza

dell'a-normalità è sempre la discriminazione, [...] la disuguaglianza,

la gerarchia di valore tra la soggettività normata e quella fuori

norma.

[...]

Fondarsi sulla differenza significa fondarsi sulla necessità della

relazione ed è per questo che la ricchezza della differenza (e il suo

rispetto) sono i fondamenti della democrazia, che senza dialettica

tra le differenze non avrebbe ragione di essere.

 

[...] esiste solo una persona più temibile di chi non ha alcuna idea

del mondo:

è quella che ne ha una e basta."

 

 

Michela Murgia

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

pseudocultura

[standardizzati e socialmente

omologati a "massa" resta di noi

seppur mai un corpo (o le sue

sembianze)]

 

 

sempre più simili

sempre meno uguali

 

sotto gaussiane campane

omologazione al ribasso

 

 

cultura impacchettata

inversione di tendenza

 

regresso evolutivo

desocializzazione

 

 

biosociodiversità

in estinzione

 

fondamento d'ecosistema

l'umano compreso

 

 

annullamento spirituale

colonizzazione d'immaginario

 

più che autonomi automi

élite persuasive impongono

 

 

lingua cibo vestiti futuro

copie di copie tutti noi

 

da un'unica fonte sapere

umanità omologata attinge

 

 

trazioni attrazioni distrazioni

in-trattenazioni

 

narrazione dopo altra soffoca

immaginazione e creatività

 

 

tsunami castrante

dilagano le mode

 

cambiamenti repentini

verso non dove

 

 

ominidi umani umanoidi

larve umane alla fine

 

apparenze di democrazia

dentro gusci svuotati il niente

 

 

relazioni naturali e sociali

corrette a sottomissione

 

da cultura espressiva

a pseudocultura impressa

 

 

pochissimi gli attori

masse spettatori fruitori

 

inascolto di sé

percezione preprogrammata

 

 

doti e vocazioni

mai espresse

 

sterilità emotiva

impotenza creativa

 

 

tecnologia fine a sé stessa

mercato d'inutilità

 

di disinformanti dati bulimia

qua e là operazioni nostalgia

 

 

nessuno studio per conoscere

analfabetismo di superficialità

 

un titolo per sapere

un articolo basta a farti esperto

 

 

slogan disinformazione telegrafica

spezzatino omogenizzato

 

lettura meditata e ragionata addio

addio approfondimento elaborazione

 

 

senza impegno né sforzo

cacare opinioni basate sul nulla

 

regressione cognitiva di massa

stasi della conoscenza

 

 

una società liquefatta

scorre precaria

 

persi riferimenti con natura e società

apnea profonda di smarrimento

 

 

unica pseudoespressione

narcisistica ricerca di like

 

schiavi di oggetti

mercificati noi stessi

 

 

un unico tipo di scienza

un'unica lingua

 

un unico modo di pensare

un unico modo d'intendere e sentire

 

 

un unico modo di vivere

un unico modo di fare le guerre

 

un unico modo di illudersi liberi

diverso solo il diritto alla felicità

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

  "Teoría de la pseudocultura"

Va alla traduzione italiana     "Teoria della Pseudocultura"

 

Dal "Dizionario critico delle scienze sociali" dell'UCM

- Universidad Carlos III, Madrid

Blanca Muñoz, Professoressa di Teoria sociale e politica e

Sociologia della cultura di massa

 

 

Uno de los hechos más característicos de la Sociedad Post-industrial ha sido la

importancia que ha ido adquiriendo el sistema de las Comunicaciones de Masas.

 

La publicidad, la propaganda, las diferentes técnicas de difusión, etc., imponen sus

clasificaciones del mundo y hacen surgir un nuevo modelo cultural con normas,

valores, símbolos y códigos de conducta propios y específicos, y de enorme influencia

social.

 

 

Para explicar la formación de este nuevo modelo cultural es imprescindible acudir a la

concepción de superestructuras ideológicas expuesta por Marx.

 

 

Marx reclamó la importancia definitiva que para la comprensión de la sociedad tenían

los aspectos ideológicos y psicológicos.

 

El famoso prólogo de la "Contribución a la crítica de la Economía Política" nos sitúa

ante la esencial interrelación entre ser social y conciencia.

 

Para Marx:

"Los hombres, en la manifestación social de su vida, establecen determinadas

relaciones, necesarias e independientes de su voluntad:

relaciones de producción que corresponden a una fase concreta del desarrollo de sus

fuerzas materiales."

 

 

Ahora bien, la radical aportación de Marx se resume en la conclusión del texto:

"El conjunto de estas relaciones constituye la estructura económica de la sociedad, la

base sobre la que se edifica una superestructura jurídica y política, a las que

corresponden determinadas formas de conciencia".

 

 

Este texto precisa la conexión entre conocimiento y sociedad, abriendo una línea de

investigación - iniciada con los "escritos de juventud" y, sobre todo, con los

"Manuscritos de economía y filosofía" - en la que fenómenos como los de alienación,

cosificación o "falsa conciencia", son entendidos como efectos de la acción de las

superestructuras ideológicas en las sociedades de economía capitalista.

 

 

Los análisis de las superestructuras quedaron relegados en las interpretaciones

mecanicistas y economicistas de la obra de Marx.

 

El filósofo húngaro Georgy Lukács retomará el problema de las superestructuras y en

"Historia y consciencia de clase" introduce una nueva comprensión de los procesos

ideológicos, extendiendo la investigación marxista al Arte, la Estética y los fenómenos

de carácter cultural.

 

 

El interés suscitado, en la década de los años veinte, por los aspectos ideológico-

culturales será uno, por no decir el fundamental, de la constitución del Institut für

Sozialforschung (Instituto para la Investigación Social) en l923 y centro de lo que con

posterioridad se conocerá como Escuela de Frankfurt.

 

La atracción que tanto Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin o,

después, Herbert Marcuse, Leo Lowenthal, Franz Neumann, Erich Fromm y Siegfried

Kracauer, entre otros, sintieron por el estudio del desarrollo cultural, tiene que

enmarcarse en el interés por la compleja sofisticación ideológica que el Capitalismo

para Masas va adquiriendo.

 

Y en esa complejidad será imprescindible la utilización teórica no sólo de la tradición

hegeliano-marxiana, sino que se hace indispensable la herencia recibida del caudal

inagotable de la obra de Freud.

 

 

La sociedad capitalista de masas es la lógica transformación de la economía de

mercado y de la revolución industrial que desde el Renacimiento se consolida en

Europa.

 

Ahora bien, en las primeras fases históricas del capitalismo, el principio de

acumulación se alcanzará a partir de una explotación intensiva de las materias primas

y del trabajo productivo obrero.

 

Situación ésta que, entrado el siglo XX, se hace cada vez más difícil de mantener sin

recurrir al "recurso" equilibrador de la guerra.

 

El paso a una economía de demanda resulta ser la solución menos traumática y la

respuesta sociopolítica para lograr la continuidad y supervivencia del sistema en su

conjunto tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

 

El Estado de Bienestar, inspirado en la economía keynesiana, y la Sociedad de

Consumo se van a convertir en los ejes para del encauzamiento y asimilación de las

enormes poblaciones a partir de la superación de los años de post-guerra.

 

Sin embargo, y recordando de nuevo a Marx, a formas específicas económicas y

políticas le corresponden formas determinadas de conciencia.

 

Y, precisamente, desde esa correspondencia es desde donde hay que partir para

percibir de una manera global lo que los creadores de la "Teoría Crítica" van a definir

como "Pseudocultura".

 

 

Modelos culturales y formas de conciencia colectiva

 

Entre la Sociedad y la Naturaleza media necesariamente la Cultura.

 

La Cultura se "dice de muchas formas", se podría decir parafraseando la definición

sobre el "ser" que hacía Aristóteles.

 

Desde la economía y la tecnología hasta las creencias, hábitos, costumbres, etc.,

entran en lo que se describe como lo cultural y propio de un grupo o de una sociedad.

 

Mas, para los autores de la Escuela de Frankfurt, el concepto de cultura se enlaza con

el sentido que, por ejemplo, el Historicismo y Weber asignaron a valores y

concepciones del mundo (las cosmovisiones).

 

Desde esta perspectiva es desde donde hay que partir para analizar las formulaciones

que, esencialmente, Adorno y Horkheimer hicieron de los procesos ideológicos

considerados como sistema de valores culturales.

 

 

De una manera previa, hay que partir del hecho según el cual la cultura resulta ser el

centro normativo-simbólico de cada sociedad.

 

La interiorización que los miembros de una cultura concreta hacen de sus sistemas de

status y roles proviene de la socialización e integración en los valores del tal modelo

cultural.

 

En último término, pues, lo que el individuo realmente interioriza e introyecta son unas

clasificaciones en las que subyacen factores de toda índole y que van desde normas y

símbolos hasta motivaciones e intereses ajenos a los del mismo sujeto y que

provienen de los grupos hegemónicos que dominan las estructuras de poder y control

colectivos.

 

 

Siguiendo la perspectiva anterior, los autores de la Escuela de Frankfurt van a dar una

relevancia excepcional al fenómeno de la interiorizacion - en su significado freudiano

de asupción inconsciente de pautas de conducta - de valores que fijan actitudes y

comportamientos sociales.

 

La transcendental relevancia dada a la formación cultural en cuanto superestructuras

ideológicas que llevan insertas principios subyacentes de dominación, se entiende al

repasar el contexto en el que nace del Instituto para la Investigación Social.

 

 

En efecto, la "Teoría Crítica" concibió su actividad como una praxis dedicada a la

denuncia y al estudio de los sistemas ideológicos (enmascaradores) que consolidan y

edifican los principios de dominación.

 

El ascenso de Hitler al poder vino precedido por la implantación paulatina de un nuevo

modelo cultural en el que las masas alemanas encontraban una clasificación del

mundo y unos valores que les infundían seguridad y protección.

 

El Nazismo, aparte de ser un movimiento político con raíces en la economía

expansionista del capitalismo, también supuso una disociación absoluta de la

racionalidad causal recibida de la herencia griega clásica y de la cultura humanista con

la que la filosofía ilustrada siempre había estado comprometida.

 

De este hecho histórico nacerá la "Teoría de la Pseudocultura".

 

 

Pero para situar cronológicamente la "Teoría de la Pseudocultura", antes tendremos

que matizar qué se puede entender como cultura y qué es, a su vez, pseudocultura.
 

 

Imaginemos iconográficamente que el modelo cultural es un círculo con un centro y

unas periferias.

 

El centro se configuraría con un núcleo simbólico-significativo predominante.

 

En las sociedades pre-industriales y en la primera formación capitalista se mantenía y

articulaba un centro normativo-simbólico de fuerte componente religioso.

 

El Calvinismo y el Luteranismo, en cuanto religiones de transición del feudalismo hacia

el capitalismo, continuaban en la línea de la integración social a partir de la integración

religiosa.

 

Por tanto, si la religión era el centro, en las periferias se colocaban, por un lado, la

pervivencia de tradiciones populares arcaicas y, por otro, la excepcionalidad de la

creación de una cultura humanística de corte racional y causal cuya finalidad última

consistía en el perfeccionamiento y progreso de la especie humana.

 

De la dialéctica entre centro y periferia en toda cultura se iban estructurando los

fundamentos de comprensión de la realidad de la población y, sobre todo, la unidad

psíquica de ésta.

 

 

Pues bien, el concepto de cultura que interesa preferentemente a los teóricos críticos

y en concreto a Adorno y Horkheimer, es el que subraya la capacidad de progreso de la

Historia, siendo en este punto en donde se van a contraponer cultura y pseudocultura

de un modo determinante.

 

Para los frankfurtianos, el sentido último de la cultura se enraíza con el significado

ilustrado de ampliación y perfeccionamiento de las facultades humanas.

 

La trayectoria que va desde la cultura popular a la cultura humanística históricamente

expresaba una profunda necesidad de realización individual y social por trascender lo

cotidiano a través de la creación artística y estética.

 

Parafraseando a Hegel, el "espíritu absoluto" se ha captado - ya sea en las religiones,

el Arte y la Filosofía - mediante la propia capacidad creadora humana.

 

Como titulaba Schiller su obra fundamental:

la educación estética - y ética - es lo que hace avanzar a la sociedad y a la Historia.

 

 

Con la consolidación, no obstante, del Capitalismo de Masas se altera de una forma

global los procesos y la estructura cultural.

 

Las causas que conducen a un nuevo modelo simbólico-ideológico se pueden resumir

en:

 

a) La Sociedad de Consumo de Masas, como nueva fase de acumulación y

reorganización, incorpora la ciencia y la técnica como mecanismos de elaboración

ideológica.

 

La aparición de los medios de Comunicación de Masas afectará de una manera

directa a la conformación de unas cosmovisiones y mentalidades con unas

clasificaciones y valores prefijados industrialmente y en los que la publicidad y la

propaganda tendrán un papel de primera magnitud.

 

b) La mercantilización global a la que se ven sometidos todos los procesos sociales a

partir de la lógica del beneficio introduce, por vez primera, la conciencia como una

mercancía más;

es decir, la adaptación del consumidor al producto requiere la utilización de métodos

y técnicas psicosociológicas con las que actuar de un modo preciso.

 

La Opinión Pública se institucionaliza como una de las más poderosas fuerzas

políticas.

 

Pero su neutralización y control se hace vital para el funcionamiento del capitalismo

fordista y corporativo.

 

La organización de las industrias de la Opinión y de la Cultura encauzarán los

criterios de esas "confusas" Masas tan temidas por los teóricos del elitismo cultural

como, por ejemplo, Spengler y Ortega y Gasset.

 

 

c) En suma, se asiste a lo largo del siglo XX a la edificación de la ideología como

estructura material y económica objetiva.

 

Las industrias culturales suponen la lógica evolución del mercado como núcleo

central de las sociedades post-industriales.

 

En estas sociedades, el tiempo de ocio y consumo es el tiempo del beneficio en el

neocapitalismo tecnológico.

 

El mercado de producciones ideológicas - cine, televisión, nuevas tecnologías, etc., -

no hará más que incrementarse y, conjuntamente, se sedimenta el nuevo modelo

cultural adaptado a las necesidades de acumulación económica y financiera.

 


Adorno y Horkheimer, por consiguiente, definirán la Pseudocultura como el nuevo

modelo cultural - valorativo e ideológico - surgido de los "mass-media" y de las

industrias dedicadas a la creación de mensajes estandarizados y al ocio de las

enormes Masas organizadas mediante la Sociedad de Consumo, pero que efectúa un

rebajamiento de los procesos intelectuales y sensitivos del receptor-consumidor ya

que, en´último término, anula la capacidad de análisis causal y crítico, convirtiendo al

sujeto receptor en un individuo pasivo y desindividualizado.

 

Ahora bien, lo paradójico de este proceso es que se invierte el esquema marxiano, ya

que en el capitalismo post-industrial las infraestructuras funcionan y actúan como

superestructuras ideológicas y las superestructuras pasan a infraestructuras

económicas.

 

O lo que es lo mismo:

la creación cultural e intelectual para Masas es el sector que mayores ganancias

aportará a las empresas transnacionales.

 

De aquí que la ideología resulte ser la economía del siglo XX.

 

 

El problema, sin embargo, va a provenir de la mercantilización de la conciencia en las

direcciones prefijadas por las producciones de la industria cultural.

 

Este nuevo fenómeno será el que centre la atención de la "Teoría Crítica".

 

Y ello debido al firme convencimiento que tendrán los autores de Frankfurt de que ese

modelo "cultural- pseudoculto" conlleva unos valores, símbolos, mitologías, etc., de

enorme primitivismo e irracionalidad.

 

La interrelación entre modelo cultural y conciencia colectiva podrá ser definitivamente

estudiada a partir de los efectos objetivos que los mensajes y contenidos de los

medios de comunicación ejerzan sobre la Opinión Pública.

 

 

Las características de la Pseudocultura

 

En la "Dialéctica del Iluminismo", escrita el año 1947, se encuentra la formulación más

pormenorizada llevada a cabo por Adorno y Horkheimer sobre el modelo ideológico-

cultural de la Sociedad de Masas.

 

El centro mismo del libro se articula sobre el capítulo "La industria de la cultura.

Ilustración como engaño de masas".

 

Mas, la profundización y referencia al tema de la pseudocultura es una constante en

otros textos de ambos autores.

 

Por ejemplo, en la "Crítica de la razón instrumental" de Horkheimer, en los estudios

conjuntos de Adorno y Horkheimer redactados en Sociológica (precisamente aquí está

la formulación principal de la "Teoría de la Pseudocultura", también recogida ésta en un

conjunto de textos de Adorno titulados en su versión castellana como "Filosofía y

superstición") y, no se puede olvidar, otros análisis colaterales, pero en los que los

"mass-media" son un factor central para entender movimientos de Masas.

 

Adorno, en este sentido, en su obra "Televisión y cultura de masas", o en sus estudios

musicológicos y en su inacabada "Teoría Estética" coloca el modelo pseudoculto como

elemento comparativo entre lo que puede ser considerado como auténtica creación

cultural y lo que no es sino una mera mercancía coyuntural y de "caducidad" limitada.

 

Para un acercamiento adecuado, aunque resumido, a lo que los dos teóricos críticos

caracterizan como modelo pseudocultural se hace imprescindible la exposición de un

conjunto de contraposiciones como son:

 

 

1º) La creación cultural popular o humanista anterior nacía de una búsqueda, o bien

individual o grupal, por expresar vivencias y posibilidades de libertad, belleza o

crítica mediante el libre juego de las facultades creativas humanas.

 

Como afirma Marcuse, en su concepto de unidimensionalidad con el que matiza y

complementa el concepto de Pseudocultura de Adorno-Horkheimer, la creación

cultural ha tenido históricamente un elemento imprescindible de bidimensionalidad

en el que frente al "es" de lo real se ha colocado el "deber ser".

 

El discurso ilustrado centrado en el kantiano:

"¡Conviértete en lo que eres!", expresa la capacidad creadora frente a la dominación

asumida y reconocida como habitual.

 

 

2º) Mas, si en la cultura creada desde una perspectiva humanista se requería un cierto

esfuerzo intelectual y sensorial por parte del receptor - la música clásica, las

innovadoras obras literarias, las vanguardias artísticas, etc. -, en las mercancías de

la pseudocultura todos sus procesos están adaptados al consumo masivo,

simplificándose los elementos complejos que requieren una concentración

espiritual.

 

Así, el fragmento de ópera sustituye a la obra completa, el best-seller hace más fácil

y manejable su lectura, se readaptan textos clásicos y se reconvierten en

espectáculos musicales, los fascículos y folletos ponen al alcance del "gran

público" la "totalidad" del conocimiento científico, artístico o literario.

 

La Pseudocultura, en definitiva, supone la frivolización y trivialización artificial de

las creaciones esenciales del espíritu humano, pero creada con fines de

rentabilidad económica e integración y adaptación ideológica en el sistema de la

Sociedad de Consumo de Masas.

 

 

3º) Los efectos cognoscitivos y psicológicos pseudocultos no son en modo alguno

dispersos.

 

Su eje tiene que ser localizado en un aspecto básico:

la fragmentación.

 

Con este término en el capítulo "La industria de la cultura", parte central de la

"Dialéctica del Iluminismo", Adorno y Horkheimer se refieren a una contraposición

fundamental entre la cultura racional, cuyo fundamento es la causalidad con la que

se comprende e interrelaciona racionalmente el entendimiento de la realidad, y la

Pseudocultura en la que la dispersión de sus contenidos y mensajes consolida una

perspectiva disgregada y fraccionada del mundo.

 

Los hechos se muestran sin causa, la sucesión de programas televisivos que

pueden ir desde la presentación de la muerte en directo en un telediario y en el que

el corte publicitario hace corriente el "espectáculo" de la guerra y la destrucción,

hasta el programa de opinión en el que, como puntualiza Marcuse en su Crítica de la

tolerancia pura, vale tanto la opinión xenófoba como la de quien ha dedicado la vida

al estudio y a la reflexión.

 

El "todo vale" resulta ser la estrategia de la fragmentación en la que divulgación

superficializadora actúa a favor de una cosmovisión colectiva irracional.

 

 

4º) La uniformidad de mensajes y la homogeneización de los públicos, pese a la

aparente variedad y pluralidad, constituyen vertientes inequívocas del

esquematismo de los productos estandarizados del consumo comunicativo-cultural.

 

La pseudocultura, en última instancia, es el resultado de los mensajes "mass-

mediáticos" y tales mensajes son elaborados mediante un cálculo de rentabilidad;

pero, también, a partir de un empleo de técnicas de motivación social que amoldan

a consumidores y receptores a los gustos impuestos por las leyes de la oferta y la

demanda.

 

Se incentiva, por tanto, la creencia en la individualidad y "unicidad" del consumidor-

espectador.

 

La subjetivización casi autista que la publicidad ejerce, oculta las necesidades del

mercado.

 

De esta forma, y como asimismo estudió Marcuse en "La agresividad en la

sociedad industrial avanzada", la moral del éxito y el individualismo posesivo

comportan unos fuertes componentes de matiz sadomasoquista en donde la

exacerbación de la competitividad y la obsesión de "sobresalir" sobre los "otros",

idénticos en su lucha por destacar y ser un "elegido" de la Masa, implicará la

exaltación del hombre hobbesiano y su antropología del egoísmo.

 

 

5º) Todo lo anterior culmina en una contraposición determinante:

una sociedad con unos medios técnicos y científicos hiperdesarrollados y, a la par,

un uso de esos medios para incentivar psicologías colectivas en las que formas de

clasificación de la realidad de carácter arcaico y comportamientos de evidente

tendencia psicopatológica son divulgadas como conductas a seguir.

 

Para Adorno, en su libro "La personalidad autoritaria", es imposible desvincular el

nuevo modelo cultural-ideológico de la aparición de movimientos masivos en los

que el autoritarismo y el contagio psicológico irracional aparecen como el núcleo

desde el que se interiorizan valores que desembocan en mentalidades colectivas

en las que se glorifica la fuerza y se menosprecia la racionalidad.

 

 

El Nazismo supuso la formación histórica más evidente de una Masa de población

sometida a la persuasión y manipulación sistemáticas.

 

El autoritarismo latente en la Sociedad de Masas puede seguir siendo encauzado por

élites y minorías hegemónicas en direcciones cada vez más hostiles hacia los

"diferentes", ya sea por clase, raza o sexo.

 

Según Adorno y Horkheimer, mientras prevalezca y se incentive ese modelo

pseudoculto "mass-mediático" de percepción de lo real, no se habrá salido de una

etapa de la Historia en la que las posibilidades de aparición de movimientos políticos

violentos con liderazgos e intereses irracionales conduzcan a conflictos cada vez más

agudizados.

 

Para la "Teoría Crítica", la experiencia del Nazismo demuestra como la presión de una

continuada técnica persuasiva puede articular ideologías político-sociales que, de

ningún modo, han desaparecido de las sociedades post-industriales.

 

Al contrario, en la Pseudocultura se encuentran numerosos elementos que posibilitan

interiorizar valores y símbolos cuyo carácter es férreamente regresivo.

 

 

A la vista de lo anterior, las superestructuras ideológicas pseudoculturales se han

convertido en el factor de socialización, integración y adaptación más poderoso de la

Sociedad de Consumo de Masas.

 

Lo simbólico, como también demostrarán los estructuralistas comunicativos y los

semióticos, resulta ser paradójicamente lo más "material" de las sociedades actuales.

 

El objeto, entonces, se convierte en producto, el producto en mercancía y la

mercancía, por último, en marca comercial diferenciada y distinguible.

 

Adorno y Horkheimer, al sintetizar a Marx con Freud, distinguen nítidamente la

interrelación entre economía y psicología de Masas.

 

Sólo desde esta percepción, se entiende de un modo global el significado último de la

"Teoría Crítica" frankfurtiana.

 

 

La irracionalización interesada de la subjetividad colectiva que consolida el sistema de

valores de la Pseudocultura, lleva a Horkheimer y, sobre todo, a Adorno al análisis de

variantes ideológicas propias de la Sociedad Post-industrial.

 

En Bajo el signo de los astros, o en estudios concretos como "Superstición de segunda

mano" contenido en su libro "Sociológica", Adorno realiza un acercamiento - como ya

había hecho Freud con fenómenos tan despreciados por la ciencia de su tiempo como

el chiste, el lapsus y los sueños - temas que habían sido considerados como

intranscendentes y sin un valor específico para la Ciencia Social convencional.

 

Las supersticiones de segunda mano o también denominadas como secundarias,

interesan al autor de Frankfurt porque en ellas se concentran comportamientos que

aportan una perspectiva complementaria y, a la vez, objetiva del funcionamiento de la

ideología cultural-comunicativa contemporánea.

 

El horóscopo de la columna periodística, los adivinos audiovisuales, la astrología y su

difusión en los "medios" y, en general, una serie de fenómenos que vistos desde un

examen superficial, parecerían carentes de sentido sociológico preciso.

 

 

Para Adorno, no obstante, "en la astrología se refleja en qué medida el pensamiento

científico conforme a la división del trabajo fracciona forzosamente la totalidad de la

experiencia en cosas incomprendidas e inconmensurables".

 

A partir de este funcionamiento de lo "inconmensurable" es en donde hay que situar el

problema de problemas de las sociedades de capitalismo tecnológico:

la dialéctica histórica entre racionalidad e irracionalidad.

 

Eje desde el que hay que entender la contribución teórica de Adorno y Horkheimer, y

la de los miembros más relevantes de la Escuela.

 

 

Las supersticiones de "segunda mano" o secundarias son denominadas así como

consecuencia de que no se tratan de supersticiones residuales, heredadas de fases

históricas preindustriales.

 

Al contrario, las nuevas supersticiones provienen, como una parte esencial, de los

mensajes comunicativos masivos.

 

Adorno, al estudiar los contenidos del horóscopo en el periódico "Los Ángeles Times",

perfila la función social que la "jerga del zodíaco" opera sobre la psicología colectiva.

 

A este respecto, la "conjura de los astros" explica la perpetuación de determinadas

situaciones de dominación, sólo que en vez de darse respuestas en las que de una

forma racional expliquen las causas del malestar de la sociedad y sus conflictos

- desempleo, corrupción, falta de movilidad ascendente, etc. - el "ciudadano medio" se

explique su cotidianidad como designios astrológicos de "fuerzas ocultas" a las que es

imposible hacer frente.

 

El horóscopo, el tarot, la adivinación..., en último término, y en cuanto ensoñación

colectiva, consolida un sentimiento de impotencia individual.

 

Pero, fundamentalmente, enseña una clasificación de la realidad que divide en

"amigos" y "enemigos", "débiles" y "poderosos" y, ante todo, consolida el status de

las diferentes clases y subclases sociales imponiendo una perpetuación psicológica de

la sumisión "ante el destino".

 

 

La subjetivización casi patológica de estas nuevas formas supersticiosas, sin embargo,

no pueden minusvalorarse.

 

Adorno comprueba la importancia de tales tipos de pseudociencias y pseudo-

conocimientos tuvieron en la institucionalización del Nazismo.

 

El miedo a la inseguridad laboral y vital, la glorificación y fetichización de las jerarquías

y líderes, lo exotérico y lo siniestro, se sintetizan en los rasgos paranoides que asumen

las psicologías de Masas en tiempos de crisis.

 

La irracionalidad deviene en política y, tal y como afirma Adorno, "la astrología

constituye la prueba apolítica desemejante política".

 

 

En consecuencia, la "Teoría de la Pseudocultura" tiene que entenderse como uno de

los núcleos vertebradores del análisis frankfurtiano de la "primera generación" sobre

las modificaciones que la ideología en su significado de pensamiento en el que

prevalecen los intereses de determinados grupos concretos, presenta en las

complejas sociedades post-industriales.

 

Sin considerar la importancia dada por Adorno y Horkheimer a fenómenos tales como

la consolidación de la industria cultural, los mensajes televisivos o el horóscopo, se

suele caer en una interpretación sesgada de la "Teoría Crítica".

 

Interpretación que incide en tópicos como el que asigna un pesimismo, rayando casi

en lo "metafísico", a los autores críticos.

 

Pesimismo que, a la par, se tacha de elitismo cultural cuando, precisamente, la

aclaración que hacen los frankfurtianos de las nuevas prácticas ideológicas tienen una

función esencial:

evitar otro nuevo Auschwitz.

 

Como consideraba Adorno, después del campo de exterminio de Auschwitz habrá que

cambiar la forma de hacer poesía.

 

Y lo mismo ocurre con la "Filosofía y la Ciencia Social":

tendrán que asumir las responsabilidad históricas para que la barbarie no vuelva a

producirse.

 

La racionalidad crítica, como consideraba Kant en el final de la "Crítica de la Razón

Pura", es la única ruta que aún sigue abierta;

aunque, en las circunstancias presentes, el trabajo de la razón puede que se haga cada

vez más problemático y difícil.

 

Y es por ello por lo que la "primera generación" de la Escuela de Frankfurt permanece,

para nuestra ayuda, absolutamente vigente.

 

 

La continuidad de la Teoría de la Pseudocultura:

De la "Teoría de la Unidimensionalidad" de Herbert Marcuse al

concepto de "colonización-del-mundo-de-la-vida" de Jürgen

Habermas

 

La gran sociedad administrada, como denominaba Marcuse a la sociedad de

capitalismo avanzado, en donde se impone y se hace invulnerables es en la

cotidianidad.

 

El sistema post-industrial ha logrado encauzar el tiempo existencial hacia el tiempo

productivo.

 

La vida diaria se desenvuelve entre la propaganda, consignas, productos y mercancías,

de manera que el individuo va perdiendo la perspectiva de un universo múltiple y

complejo, o el sentido de una vida experimentada como realización única, como una

obra de Arte.

 

El sistema administrado estabiliza el comportamiento social hacia zonas demarcadas

como motivaciones preferentes.

 

Así, es como aparece la unidimensionalidad, definida ésta como la lógica de la

dominación de una racionalidad instrumental que convierte al ser humano en sujeto

económico de producción y de intercambio.

 

La integración de las clases sociales a través de las esferas de consumo requiere,

como contrapartida, una ideologización antiideológica.

 

Marcuse se anticipa a "la ideología del fin de las ideologías" y describe la pérdida

progresiva de la racionalidad y de la libre creatividad desde su concepto de

desublimación represiva;

es decir, el proceso de planificación de las facultades humanas en formas asumibles

por el sistema.

 

Tal y como matiza Marcuse:

"Pero mientras más cercana está la posibilidad de liberar al individuo de las

restricciones justificadas en otra época por la escasez y la falta de madurez, mayor es

la necesidad de mantener y extremar estas restricciones para que no se disuelva el

orden de dominación establecido".

 

Y, en ese orden de dominación, no entra una visión bidimensional del mundo y de la

vida.

 

 

La bidimensionalidad y la multiplicidad fueron las características del Arte y de la

Cultura desarrollada antes de la concentración ideológica de las industrias culturales.

 

Las tribulaciones de Madame Bovary, la energía de la Novena Sinfonía beethoveniana,

la búsqueda hegeliana de la razón en la Historia, son ejemplos de los impulsos

humanos de felicidad, libertad y justicia.

 

La interpretación bidimensional de la realidad siempre ha consistido en una dialéctica

entre la dominación y la liberación, el "es" y el "deber ser".

 

Pero el ascenso de una unidimensionalidad, considerado como modelo cultural

administrado con técnicas persuasivas, redefine las necesidades humanas

convirtiendo la Música en "sonido de fondo" y el Arte en mercancía decorativa y

funcional.

 

El discurso del consumo legitima como necesidades humanas motivaciones

inhumanas y tendencias antisociales las exhibe como arquetipos simbólicos de la

Sociedad Post-Industrial.

 

 

El "principio de placer" y el "principio de destrucción" - Eros y Thanatos - , desvelados

por Freud, en el mercado de mensajes "mass-mediáticos" se reconcilian en beneficio

de esa "desublimación represiva" que integra en la Administración Total al individuo.

 

El "hombre unidimensional", por consiguiente, es aquel que ha hecho suyas,

interiorizándolas, las necesidades y controles del sistema.

 

Para Marcuse, "el nuevo aspecto actual es la disminución del antagonismo entre la

cultura y la realidad social, mediante la extinción de los elementos de oposición, ajenos

y trascendentes de la alta cultura, por medio de los cuales se constituía otra dimensión

de la realidad".

 

La repetición, imitación e identificación que la "conciencia feliz" hace de ese universo

ideológico cerrado, finaliza en unos signos inequívocos de formas totalitarias de

organización colectiva.

 

El "miedo a la libertad", explicado por Erich Fromm, no es sino la descripción de esa

cosificación de la conciencia unidimensional que pasa a ser uno de los más poderosos

mecanismos de control de todos los tiempos.

 

 

Se ha reprochado a la "primera generación" frankfurtiana el alarmismo con el que

analizó el nuevo modelo cultural-comunicativo surgido en las sociedades de consumo

de Masas.

 

Incluso algunos autores contemporáneos han dado por cerrado el análisis crítico de la

Pseudocultura al considerar a éste una consecuencia del drama vivido por la Escuela

en la Alemania Nazi de los Años Treinta.

 

Sin embargo, Jürgen Habermas, uno de los más relevantes teóricos de la "segunda

generación", ha retomado el estudio del funcionamiento ideológico de las actuales

sociedades.

 

En su obra "Problemas de legitimación en el capitalismo tardío", vuelve al tema de la

alienación, replanteada como pérdida de la conciencia y de la propia psicología por

efecto de causas exteriores al sujeto.

 

Sólo que, ahora, Habermas amplía el marco teórico de referencia e introduce

conceptos provenientes de la "Sociología del Conocimiento fenomenológica".

 

La colonización-del-mundo-de-la-vida readapta el concepto de Alfred Schutz sobre el

mundo-de-la-vida.

 

Mas, el carácter intersubjetivo dado por el autor de "La fenomenología del mundo

social", en Habermas se convierte en una crítica de la dominación en el capitalismo

tardío (el que utiliza al Estado como mecanismo más de organización de las relaciones

de mercado).

 

De nuevo, la "doble naturaleza superpuesta" que es la alienación se enfoca desde la

integración absoluta en el sistema.

 

En otras palabras, el mundo-de-la-vida desaparece ante el avance de la racionalización

instrumental - la razón empleada en el esquema medio-fin, es decir:

el cálculo de utilidad sin ética - , ya magníficamente estudiada por Max Weber.

 

La "jaula de hierro" en la que se convierte la sociedad tecnológica de capitalismo

corporativo y casi post-fordista, implica necesariamente la regulación de todas las

esferas de la vida.

 

Habermas, en su "Teoría de la Acción Comunicativa", remarca la necesidad de salir de

este modelo ideológico en el que no es posible el consenso racional, ni la posibilidad

de creación de "una situación ideal de diálogo".

 

Sin embargo, no se adentrará como hicieron Adorno y Horkheimer en un análisis

pormenorizado de las estrategias de las industrias culturales o de los complejos

procesos de persuasión de Masas.

 

En este sentido, la "primera generación" resulta aún más incisiva en su descripción

crítico-dialéctica del neocapitalismo que el modelo lingüístico-hermenéutico del último

- siempre, penúltimo - Habermas.

 

Pero, no obstante, tanto la "primera generación" como la "segunda" han perseverado

- y perseveran - en la indagación de los procesos ideológicos (la pseudocultura que

sustituye a la cultura, la pseudoformación a la educación, la opinión "mass-mediática"

a la Opinión Pública) que convierte a la Sociedad de Capitalismo de Masas en una

nueva "jaula de hierro" de la conciencia alienada industrial y científicamente.

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

                                   

 

                                   

  "Teoria della Pseudocultura"

 

Dal "Dizionario critico delle scienze sociali" dell'UCM -

Universidad Carlos III, Madrid

Blanca Muñoz, Professoressa di Teoria sociale e politica e

Sociologia della cultura di massa

 

 

Uno dei fatti più caratteristici della società post-industriale è stato l'importanza che il

sistema delle comunicazioni di massa è andato acquisendo.

 

La pubblicità, la propaganda, le diverse tecniche di diffusione, ecc., impongono le loro

classificazioni del mondo e danno vita a un nuovo modello culturale con proprie

e specifiche norme, valori, simboli e codici di condotta, e di enorme influenza sociale.

 

 

Per spiegare la formazione di questo nuovo modello culturale è indispensabile

ricorrere alla concezione delle "sovrastrutture ideologiche" esposta da Marx.

 

 

Marx rivendicava l'importanza decisiva che gli aspetti ideologici e psicologici avevano

per la comprensione della società.

 

Il famoso prologo del "Contributo alla critica dell'economia politica" ci pone di fronte

all'essenziale interrelazione tra essere sociale e coscienza.

 

Per Marx:

"Gli uomini, nella manifestazione sociale della loro vita, stabiliscono determinati rapporti,

necessari e indipendenti dalla loro volontà:

rapporti di produzione che corrispondono a una fase concreta dello sviluppo delle loro

forze materiali".

 

 

Ora, il contributo radicale di Marx si riassume nella conclusione del testo:

"L'insieme di questi rapporti costituisce la struttura economica della società,

fondamento su cui si costruisce una sovrastruttura giuridica e politica, alla quale

corrispondono certe forme di coscienza".

 

 

Questo testo specifica la connessione tra conoscenza e società, apertura un filone di

ricerca - iniziato con gli "Scritti di gioventù" e, soprattutto, con i "Manoscritti di

Economia e Filosofia" - in cui fenomeni come l'alienazione, la reificazione o la "falsa

coscienza" sono intesi come effetti dell'azione delle sovrastrutture ideologiche nelle

società dell'economia capitalista.

 

 

Le analisi delle sovrastrutture furono relegate nelle interpretazioni meccanicistiche ed

economiche dell'opera di Marx.

 

Il filosofo ungherese Georgy Lukács tornerà sul problema delle sovrastrutture e in

"Storia e coscienza di classe" introduce una nuova comprensione dei processi

ideologici, estendendo la ricerca marxista all'Arte, all'Estetica e ai fenomeni di natura

culturale.

 

 

L'interesse suscitato, nel decennio degli Anni Venti, dagli aspetti ideologico-culturali

sarà uno, se non il fondamentale, della costituzione dell'Institut für Sozialforschung

(Istituto per la Ricerca Sociale) nel 1923 e sede di quella che in seguito sarà nota

come "Scuola di Francoforte".


L'attrazione che sia Theodor W. Adorno, Max Horkheimer, Walter Benjamin o, più tardi,

Herbert Marcuse, Leo Lowenthal, Franz Neumann, Erich Fromm e Siegfried Kracauer,

tra gli altri, sentì per lo studio dello sviluppo culturale, va inquadrato nell'interesse per

la complessa sofisticatezza ideologica che sta acquistando il capitalismo per le masse.

 

E in quella complessità sarà essenziale l'uso teorico, non solo della tradizione

hegeliano-marxiana, ma anche dell'eredità ricevuta dall'inesauribile ricchezza

dell'opera di Freud.

 

 

La Società Capitalista di Massa è la logica trasformazione dell'economia di mercato e

della rivoluzione industriale che si è consolidata in Europa a partire dal Rinascimento.

 

Ora, nelle prime fasi storiche del capitalismo, il principio di accumulazione sarà

raggiunto da uno sfruttamento intensivo delle materie prime e del lavoro operaio

produttivo.

 

Questa situazione che, entrati nel XX secolo, diventa sempre più difficile da mantenere

senza ricorrere alla "risorsa" equilibratrice della guerra.

 

La transizione verso un'economia della domanda risulta essere la soluzione meno

traumatica e la risposta socio-politica per raggiungere la continuità e la sopravvivenza

del sistema nel suo insieme dopo la fine della Seconda Guerra Mondiale.

 

La Società del Benessere (o Welfare State), ispirato all'economia keynesiana, e la

Società dei Consumi (o Consumer Society) diventeranno gli assi per l'incanalamento e

l'assimilazione delle enormi popolazioni dal superamento degli anni del Dopoguerra.

 

Tuttavia, e ricordando ancora Marx, a determinate forme economiche e politiche

corrispondono determinate forme di coscienza.

 

E, appunto, è da questa corrispondenza che si deve partire per percepire in maniera

globale ciò che i creatori della "Teoria Critica" (o Critical Theory) definiranno

"Pseudocultura".

 

 

Modelli culturali e forme di coscienza collettiva

 

Tra società e natura, media necessariamente la cultura.

 

La cultura è "detta in molti modi", si potrebbe dire parafrasando la definizione di

"essere" di Aristotele.

 

Dall'economia e dalla tecnologia alle credenze, abitudini, costumi, ecc., entrano in ciò

che viene descritto come culturale e tipico di un gruppo o di una società.

 

Ma, per gli autori della Scuola di Francoforte, il concetto di cultura è legato al senso che,

ad esempio, lo storicismo e Weber assegnavano a valori e concezioni del mondo

(visioni del mondo).

 

È da questa prospettiva che bisogna partire per analizzare le formulazioni che, in

sostanza, Adorno e Horkheimer hanno fatto dei processi ideologici considerati come

sistema di valori culturali.

 

 

Innanzitutto bisogna partire dal fatto che la cultura risulta essere il centro normativo-

simbolico di ogni società.

 

L'interiorizzazione che i membri di una specifica cultura fanno del loro status e dei loro

sistemi di ruolo deriva dalla socializzazione e dall'integrazione nei valori di un tale

modello culturale.

 

In definitiva, allora, ciò che realmente l'individuo interiorizza e introietta sono

classificazioni nelle quali soggiacciono fattori di ogni genere, dalle norme e simboli alle

motivazioni e agli interessi estranei a quelli del soggetto stesso e che provengono dai

gruppi egemonici che strutturano il potere collettivo e dominare il controllo.

 

 

Seguendo la prospettiva precedente, gli autori della Scuola di Francoforte daranno

eccezionale rilevanza al fenomeno dell'interiorizzazione - nel suo significato freudiano

di assunzione inconscia di modelli comportamentali - di valori che fissano

atteggiamenti e comportamenti sociali.

 

La rilevanza trascendentale data alla formazione culturale come sovrastrutture

ideologiche che hanno inserito sottostanti principi di dominio, si comprende

ripercorrendo il contesto in cui è nato l'Istituto per la Ricerca Sociale.

 

 

La "Teoria Critica", infatti, ha concepito la sua attività come una prassi dedicata alla

denuncia e allo studio dei sistemi ideologici (mascheratori) che consolidano e

costruiscono i principi del dominio.

 

L'ascesa al potere di Hitler fu preceduta dalla graduale attuazione di un nuovo modello

culturale in cui le masse tedesche trovarono una classificazione del mondo e dei valori

che davano loro sicurezza e protezione.

 

Il Nazismo, oltre ad essere un movimento politico con radici nell'economia

espansionistica del capitalismo, implicava anche un'assoluta dissociazione della

razionalità causale ricevuta dall'eredità greca classica e dalla cultura umanistica con cui

la filosofia illuminista era sempre stata impegnata.

 

Da questo dato storico nascerà la "Teoria della Pseudocultura".

 

 

Ma per collocare cronologicamente la "Teoria della Pseudocultura", dovremo prima

qualificare ciò che può essere inteso come Cultura e ciò che è, a sua volta,

Pseudocultura.

 

 

Immaginiamo iconograficamente che il modello culturale sia un cerchio con un centro e

delle periferie.

 

Il centro si configurerebbe con un nucleo simbolico-significativo predominante.

 

Nelle società preindustriali e nella prima formazione capitalistica si manteneva e si

articolava un centro normativo-simbolico con una forte componente religiosa.

 

Il Calvinismo e il Luteranesimo, come religioni di transizione dal feudalesimo al

capitalismo, continuarono nella linea dell'integrazione sociale basata sull'integrazione

religiosa.

 

Se dunque la religione era il centro, alle periferie si collocavano, da un lato, la

sopravvivenza di tradizioni popolari arcaiche e, dall'altro, l'eccezionalità della creazione

di una cultura umanistica razionale e causale, il cui fine ultimo consisteva nel

miglioramento e progresso della specie umana.

 

Dalla dialettica tra centro e periferia in ogni cultura si andavano strutturando le basi per

comprendere la realtà della popolazione e, soprattutto, la sua unità psichica.

 

 

Ebbene, il concetto di cultura che interessa maggiormente i teorici critici e Adorno e

Horkheimer in particolare, è quello che sottolinea la capacità di progresso della Storia,

trovandosi a questo punto in cui la cultura e la pseudocultura di una modalità rigorosa.

 

Per i membri della Scuola di Francoforte, il significato ultimo di cultura è radicato nel

significato illuministico di espansione e perfezionamento delle facoltà umane.

 

La traiettoria che va dalla cultura popolare alla cultura umanistica esprime storicamente

un profondo bisogno di realizzazione individuale e sociale per trascendere il quotidiano

attraverso la creazione artistica ed estetica.

 

Parafrasando Hegel, lo "spirito assoluto" è stato catturato - sia nelle religioni, nell'arte e

nella filosofia - attraverso la stessa capacità creativa umana.

 

Come Schiller ha intitolato la sua opera fondamentale:

l'educazione estetica ed etica è ciò che fa avanzare la società e la storia.

 

 

Con il consolidamento, tuttavia, del Capitalismo di Massa, i processi e la struttura

culturale sono globalmente alterati.

 

Le cause che portano ad un nuovo modello simbolico-ideologico possono essere così

riassunte:

 

 

a) La Società dei Consumi di Massa, come nuova fase di accumulazione e

riorganizzazione, incorpora la scienza e la tecnologia come meccanismi di

elaborazione ideologica.

 

La comparsa dei mass media influenzerà direttamente la conformazione delle visioni

del mondo e delle mentalità con classificazioni e valori predeterminati

industrialmente e in cui la pubblicità e la propaganda avranno un ruolo importante.

 

 

b) La mercificazione globale a cui sono sottoposti tutti i processi sociali basati sulla

logica del profitto introduce, per la prima volta, la coscienza come una merce in più;

cioè l'adattamento del consumatore al prodotto richiede l'uso di metodi e tecniche

psicosociologici con cui agire in modo preciso.

 

L'opinione pubblica è istituzionalizzata come una delle forze politiche più potenti.

 

Ma la sua neutralizzazione e il suo controllo diventano vitali per il funzionamento del

capitalismo fordista e corporativo.

 

L'organizzazione delle Industrie dell'Opinione e della Cultura incanalerà i criteri di

quelle masse "confuse" tanto temute dai teorici dell'elitarismo culturale, come

Spengler e Ortega e Gasset.

 

 

c) Insomma, lungo tutto il XX secolo abbiamo assistito alla costruzione dell'ideologia

come struttura materiale ed economica oggettiva.

 

Le industrie culturali suppongono l'evoluzione logica del mercato come nucleo

centrale delle società post-industriali.
 

In queste società, il tempo del tempo libero e del consumo è il tempo del profitto nel

neocapitalismo tecnologico.

 

Il mercato delle produzioni ideologiche - cinema, televisione, nuove tecnologie, ecc.

- non farà che aumentare e, congiuntamente, si assesterà il nuovo modello culturale

adeguato alle esigenze dell'accumulazione economica e finanziaria.

 

 

Adorno e Horkheimer, quindi, definiranno la Pseudocultura come il nuovo modello

culturale - valutativo e ideologico - scaturito dai "mass-media" e dalle industrie dedite

alla creazione di messaggi standardizzati e allo svago delle enormi Masse organizzate

attraverso la Società dei Consumi, ma che ha determinato una riduzione dei processi

intellettuali e sensibili del ricevente-consumatore poiché, in ultima analisi, annulla

la capacità di analisi causale e critica, trasformando il soggetto ricevente in un

individuo passivo e deindividualizzato.

 

Ora, ciò che è paradossale in questo processo è che lo schema marxiano è invertito,

poiché nel capitalismo postindustriale le infrastrutture funzionano e agiscono come

sovrastrutture ideologiche e le sovrastrutture diventano infrastrutture economiche.

 

O qual è lo stesso: la creazione culturale e intellettuale per le masse è il settore che

porterà i maggiori profitti alle imprese transnazionali.

 

Quindi l'ideologia risulta essere l'economia del XX secolo.

 

 

Il problema, però, verrà dalla mercificazione della coscienza nelle direzioni

predeterminate dalle produzioni dell'industria culturale.

 

Questo nuovo fenomeno sarà quello che focalizzerà l'attenzione della "Teoria Critica".

 

E ciò è dovuto alla ferma convinzione che avranno gli autori di Francoforte che questo

modello di "pseudoculto culturale" comporti valori, simboli, mitologie, ecc., di enorme

primitivismo e irrazionalità.

 

L'interrelazione tra modello culturale e coscienza collettiva può essere definitivamente

studiata dagli effetti oggettivi che i messaggi ei contenuti dei mezzi di comunicazione

hanno sull'Opinione Pubblica.

 

 

Le caratteristiche della Pseudocultura

 

Nella "Dialettica dell'Illuminismo", scritta nel 1947, si trova la formulazione più

dettagliata effettuata da Adorno e Horkheimer sul modello ideologico-culturale della

Società di Massa.

 

Il centro stesso del libro si articola attorno al capitolo "L'industria culturale.

L'illuminismo come inganno di massa".

 

Inoltre, l'approfondimento e il riferimento al tema della Pseudocultura è una costante in

altri testi di entrambi gli autori.

 

Ad esempio, nella "Critica della ragion strumentale" di Horkheimer, negli studi

congiunti di Adorno e Horkheimer scritti in Sociológica (proprio qui si trova la

formulazione principale della "Teoria della Pseudocultura", raccolta anche in un

insieme di testi di Adorno intitolato nella sua semplice versione inglese come

"Filosofia e superstizione") e, non si possono dimenticare, altre analisi collaterali, ma in

cui i "mass-media" sono un fattore centrale per la comprensione dei movimenti di

massa.

 

Adorno, in questo senso, nella sua opera "Televisione e cultura di massa", o nei suoi

studi musicologici e nella sua incompiuta "Teoria estetica", pone il modello

pseudoculturale come elemento comparativo per ciò che può essere considerato

autentica creazione culturale e ciò che non è altro che una mera merce congiunturale

con una "data di scadenza" limitata.

 

 

Per un approccio adeguato, seppur riassuntivo, a quello che i due teorici critici

caratterizzano come modello pseudoculturale, è essenziale esporre un insieme

di contrasti come:

 

 

1º) La precedente creazione culturale popolare o umanistica è nata da una ricerca,

individuale o di gruppo, di esprimere esperienze e possibilità di libertà, bellezza o

critica attraverso il libero gioco delle facoltà creative umane.

 

Come afferma Marcuse, nel suo concetto di unidimensionalità con cui qualifica e

completa il concetto di Pseudocultura di Adorno-Horkheimer, la creazione

culturale ha storicamente avuto un elemento essenziale di bidimensionalità in cui,

di fronte all'"è" del reale, è stato posto il "deve essere".

 

Il discorso illuminato centrato sul kantiano: "Diventa ciò che sei!", esprime la

capacità creativa contro il dominio assunto e riconosciuto come abituale.

 

 

2º) Ma, se nella cultura creata in una prospettiva umanistica era richiesto un certo

sforzo intellettuale e sensoriale da parte del destinatario - musica classica, opere

letterarie innovative, avanguardie artistiche, ecc. -, nella merce della Pseudocultura

tutti i suoi processi sono adattati al consumo di massa, semplificando gli elementi

complessi che richiedono concentrazione spirituale.

 

Così il frammento d'opera sostituisce l'opera completa, il best-seller ne rende

più agevole e maneggevole la lettura, i testi classici vengono riadattati e trasformati

in spettacoli musicali, i libretti e gli opuscoli mettono a disposizione del "grande

pubblico" la "totalità" del sapere scientifico, artistico o letterario.

 

La Pseudocultura, insomma, presuppone la frivolizzazione e la banalizzazione

artificiale delle creazioni essenziali dello spirito umano, ma create a fini di profitto

economico e di integrazione e adattamento ideologico nel sistema della società dei

consumi di massa.

 

 

3°) Gli effetti cognitivi e psicologici della pseudocultura non sono affatto dispersi.

 

Il suo asse deve essere localizzato in un aspetto fondamentale:

la frammentazione.

 

Con questo termine nel capitolo "L'industria della cultura", parte centrale della

"Dialettica dell'Illuminismo", Adorno e Horkheimer si riferiscono a una

contrapposizione fondamentale tra Cultura razionale, il cui fondamento è la causalità

con cui si comprende e interrela razionalmente la comprensione della realtà e la

Pseudocultura in cui la dispersione dei suoi contenuti e messaggi consolida una

prospettiva disintegrata e frazionata del mondo.

 

I fatti e gli eventi vengono mostrati senza motivo, in un susseguirsi di programmi

televisivi che possono andare dalla presentazione della morte in diretta su un

telegiornale e in cui la pausa pubblicitaria rende attuale lo "spettacolo" della guerra

e della distruzione, al programma di un parere in cui, come Marcuse sottolinea nella

sua "Critica della pura tolleranza", è valida sia l'opinione xenofoba sia quella di chi

ha dedicato la sua vita allo studio e alla riflessione.

 

Il "tutto va bene" risulta essere la strategia di frammentazione in cui la divulgazione

superficializzante agisce a favore di un'irrazionale visione collettiva del mondo.

 

 

4º) L'uniformità dei messaggi e l'omogeneizzazione dei pubblici, nonostante l'apparente

varietà e pluralità, costituiscono aspetti inequivocabili dello schematismo dei

prodotti standardizzati di consumo comunicativo-culturale.

 

La Pseudocultura, in ultima istanza, è il risultato di messaggi "mass-mediatici" e tali

messaggi vengono elaborati mediante un calcolo di redditività;

ma, anche, dall'uso di tecniche di motivazione sociale che plasmano consumatori e

destinatari ai gusti imposti dalle leggi della domanda e dell'offerta.

 

Pertanto, viene incoraggiata la fede nell'individualità e nell'"unicità" del

consumatore-spettatore.

 

La soggettivazione quasi autistica che la pubblicità esercita nasconde le esigenze

del mercato.

 

In questo modo, e come Marcuse ha studiato anche in "Aggressività nella società

industriale avanzata", la moralità del successo e l'individualismo possessivo

implicano forti componenti di una sfumatura sadomasochistica, dove

l'esacerbazione della competitività e l'ossessione di "spiccare" sugli "altri",

identiche nella loro lotta per distinguersi ed essere "prescelti" dalla Massa,

implicherà l'esaltazione dell'uomo hobbesiano e della sua antropologia

dell'egoismo.

 

 

5º) Tutto quanto sopra culmina in una contrapposizione decisiva:

una società con mezzi tecnici e scientifici ipersviluppati e, allo stesso tempo, un

uso di questi mezzi per favorire psicologie collettive in cui forme arcaiche di

classificazione della realtà e comportamenti con una evidente tendenza

psicopatologica si svelano come comportamenti da seguire.

 

Nel suo libro "La personalità autoritaria", è impossibile dissociare il nuovo modello

culturale ideologico dalla comparsa di movimenti di massa in cui l'autoritarismo e il

contagio psicologico irrazionale appaiono come il nucleo da cui si interiorizzano

i valori, portando a mentalità collettive in cui la forza è glorificata e la razionalità

sminuita.

 

 

Il Nazismo fu la formazione storica più evidente di una massa di popolazione sottoposta

a sistematiche persuasioni e manipolazioni.

 

L'autoritarismo latente nella società di massa può continuare ad essere incanalato dalle

élite egemoniche e dalle minoranze in direzioni sempre più ostili ai "diversi", sia per

classe, razza o genere.

 

Secondo Adorno e Horkheimer, finché prevarrà e sarà incoraggiato questo modello

pseudo-culturale di percezione della realtà "mass-mediale", non avremo lasciato una

fase della storia in cui le possibilità della comparsa di movimenti politici violenti con

leader e interessi irrazionali che portino a conflitti sempre più acuti.

 

Per la "Teoria Critica", l'esperienza del Nazismo dimostra come la pressione di una

continua tecnica persuasiva possa articolare ideologie politiche e sociali che non sono

affatto scomparse dalle società postindustriali.

 

Al contrario, nella Pseudocultura sono presenti numerosi elementi che permettono di

interiorizzare valori e simboli il cui carattere è fortemente regressivo.

 

 

Alla luce di quanto sopra, le sovrastrutture ideologiche pseudoculturali sono diventate

il più potente fattore di socializzazione, integrazione e adattamento della Società dei

Consumi di Massa.

 

Il simbolico, come dimostreranno anche gli strutturalisti comunicativi e i semiotici,

paradossalmente risulta essere il più "materiale" delle società attuali.

 

L'oggetto, allora, diventa un prodotto, il prodotto una merce, e la merce, infine, un

marchio commerciale differenziato e distinguibile.

 

Adorno e Horkheimer, sintetizzando Marx con Freud, distinguono chiaramente

l'interrelazione tra economia e psicologia delle masse.

 

Solo da questa percezione si comprende in modo globale il senso ultimo della "Teoria

Critica" di Francoforte.

 

 

L'interessata irrazionalizzazione della soggettività collettiva che consolida il sistema

valoriale della pseudocultura porta Horkheimer e, soprattutto, Adorno ad analizzare le

varianti ideologiche della società postindustriale.

 

In "Sotto il segno delle stelle", o in studi specifici come "La superstizione di seconda

mano" contenuta nel suo libro "Sociologica", Adorno si accosta - come aveva già fatto

Freud con fenomeni tanto disprezzati dalla scienza del suo tempo come scherzi,

lapsus e sogni - temi che erano stati considerati insignificanti e senza valore specifico

per le scienze sociali convenzionali.

 

Le superstizioni di seconda mano, o dette anche secondarie, interessano l'autore di

Francoforte perché in esse si concentrano comportamenti che forniscono una

prospettiva complementare e, al tempo stesso, oggettiva del funzionamento

dell'ideologia culturale-comunicativa contemporanea.

 

L'oroscopo delle riviste, gli indovini audiovisivi, l'astrologia e la sua diffusione nei

"media" e, in generale, una serie di fenomeni che visti ad un esame superficiale,

sembrerebbero privi di un preciso significato sociologico.

 

 

Per Adorno, tuttavia, "l'astrologia riflette la misura in cui il pensiero scientifico secondo

la divisione del lavoro divide necessariamente la totalità dell'esperienza in cose che sono

incomprensibili e incommensurabili".

 

È a partire da questo funzionamento dell'"incommensurabile" che dobbiamo situare il

problema dei problemi delle società tecnologiche capitaliste:

la dialettica storica tra razionalità e irrazionalità.

 

Asse da cui è necessario cogliere il contributo teorico di Adorno e Horkheimer, e quello

dei più rilevanti esponenti della Scuola.

 

 

Le superstizioni "di seconda mano" o secondarie sono così chiamate perché non sono

superstizioni residuali, ereditate da fasi storiche preindustriali.

 

Al contrario, le nuove superstizioni provengono, come parte essenziale, dai messaggi

della comunicazione di massa.

 

Adorno, studiando i contenuti dell'oroscopo sul quotidiano "Los Angeles Times",

delinea la funzione sociale che il "gergo dello zodiaco" opera sulla psicologia collettiva.

 

A questo proposito, la "congiura delle stelle" spiega il perpetuarsi di certe situazioni di

dominio, solo invece di dare risposte che spieghino razionalmente le cause del

malessere della società e dei suoi conflitti - disoccupazione, corruzione, mancanza di

mobilità sociale ascendente, ecc. - il "cittadino medio" spiega la sua vita quotidiana

come disegni astrologici di "forze nascoste" che è impossibile affrontare.

 

L'oroscopo, i tarocchi, la predizione del futuro..., in definitiva, e come fantasticheria

collettiva, consolidano un sentimento di impotenza individuale.

 

Ma, fondamentalmente, insegna una classificazione della realtà che la divide in "amici"

e "nemici", "deboli" e "potenti" e, soprattutto, consolida lo status delle diverse classi e

sottoclassi sociali imponendo una perpetuazione psicologica della sottomissione

"davanti al fato".

 

 

Non si può però sottovalutare la soggettivazione quasi patologica di queste nuove

forme superstiziose.

 

Adorno dimostra l'importanza di tali tipi di pseudoscienze e pseudoconoscenze

nell'istituzionalizzazione del nazismo.

 

La paura della precarietà del lavoro e della vita, l'esaltazione e la feticizzazione delle

gerarchie e dei capi, l'esoterico e il sinistro, sono sintetizzati nei tratti paranoici assunti

dalla Psicologia delle masse in tempo di crisi.

 

L'irrazionalità diventa politica e, come afferma Adorno, "l'astrologia costituisce la prova

apolitica a differenza della politica".

 

 

Di conseguenza, la "Teoria della Pseudocultura" deve essere intesa come una delle

colonne portanti dell'analisi francofortese della "prima generazione" sulle modificazioni

che l'ideologia presenta nella sua accezione di pensiero in cui prevalgono gli interessi

di determinati gruppi specifici nelle complesse società postindustriali .

 

Senza considerare l'importanza data da Adorno e Horkheimer a fenomeni come il

consolidamento dell'industria culturale, i messaggi televisivi o l'oroscopo, si cade

spesso in un'interpretazione faziosa della Teoria Critica.

 

Interpretazione che tocca argomenti come quello che assegna un pessimismo, al limite

quasi del "metafisico", agli autori critici.

 

Pessimismo che, allo stesso tempo, viene tacciato di elitarismo culturale quando,

appunto, il chiarimento che gli autori di Francoforte fanno delle nuove pratiche

ideologiche hanno una funzione essenziale:

evitare un altro nuovo Auschwitz.

 

Come ha considerato Adorno, dopo il campo di sterminio di Auschwitz, il modo di fare

poesia dovrà cambiare.

 

E la stessa cosa accade con la filosofia e le scienze sociali:

dovranno assumersi la responsabilità storica perché la barbarie non si ripeta.

 

La razionalità critica, come pensava Kant alla fine della "Critica della Ragion Pura", è

l'unica via ancora aperta;

sebbene, nelle attuali circostanze, il lavoro della ragione possa diventare sempre più

problematico e difficile.

 

Ed è per questo che la "prima generazione" della Scuola di Francoforte rimane, a

nostro aiuto, assolutamente rilevante.

 

 

La continuità della "Teoria della Pseudocultura":

dalla "Teoria dell'Unidimensionalità" di Herbert Marcuse al

concetto di "colonizzazione-del-mondo-della-vita" di Jürgen

Habermas

 

La grande società gestita, come Marcuse chiamava la società del capitalismo avanzato,

dove prevale e diventa invulnerabile è nella vita di tutti i giorni.

 

Il sistema postindustriale è riuscito a convogliare il tempo esistenziale verso il tempo

produttivo.

 

La vita quotidiana si snoda tra propaganda, slogan, prodotti e merci, in modo tale che

l'individuo perde gradualmente la prospettiva di un universo molteplice e complesso, o

il senso di una vita vissuta come un'unica realizzazione, come un'opera d'Arte.

 

Il sistema amministrato stabilizza il comportamento sociale verso aree delimitate come

motivazioni preferite.

 

Ecco come appare l'unidimensionalità, definita come la logica del dominio di una

razionalità strumentale che fa dell'essere umano un soggetto economico di produzione

e di scambio.

 

L'integrazione delle classi sociali attraverso le sfere del consumo richiede, come

contropartita, un'ideologia anti-ideologica.

 

Marcuse anticipa "l'ideologia della fine delle ideologie" e descrive la progressiva

perdita di razionalità e libera creatività dal suo concetto di desublimazione repressiva;

vale a dire, il processo di pianificazione delle facoltà umane in modi che possono

essere accettati dal sistema.

 

Come chiarisce Marcuse:

"Ma quanto più vicina è la possibilità di liberare l'individuo dalle restrizioni giustificate in

un'altra epoca dalla scarsità e dall'immaturità, tanto maggiore è la necessità di

mantenere e massimizzare queste restrizioni affinché non diventino dissolvenza

dell'ordine stabilito di dominio".

 

E, in quell'ordine di dominio, non entra una visione bidimensionale del mondo e della

vita.

 

 

Bidimensionalità e molteplicità erano le caratteristiche dell'Arte e della Cultura

sviluppatesi prima della concentrazione ideologica delle industrie culturali.

 

Le tribolazioni di Madame Bovary, l'energia della Nona Sinfonia di Beethoven, la ricerca

hegeliana della ragione nella Storia, sono esempi degli impulsi umani per la felicità, la

libertà e la giustizia.

 

L'interpretazione bidimensionale della realtà è sempre consistita in una dialettica tra

dominio e liberazione, l'"è" e il "dover essere".

 

Ma il sorgere di un'unidimensionalità, intesa come modello culturale amministrato con

tecniche persuasive, ridefinisce i bisogni umani trasformando la musica in "suono di

sottofondo" e l'arte in merce decorativa e funzionale.

 

Il discorso del consumo legittima le motivazioni disumane e le tendenze antisociali

come bisogni umani, le esibisce come archetipi simbolici della Società Post-Industriale.

 

 

Il "principio di piacere" e il "principio di distruzione" - Eros e Thanatos - svelati da

Freud, nel mercato dei messaggi "mass-mediatici", si riconciliano a vantaggio di quella

"desublimazione repressiva" che integra nella Gestione Totale l'individuo.

 

L'"umano unidimensionale", dunque, è colui che ha fatto propri, interiorizzandoli, le

esigenze e i controlli del sistema.

 

Per Marcuse, "l'attuale aspetto nuovo è la riduzione dell'antagonismo tra cultura e realtà

sociale, attraverso l'estinzione degli elementi oppositivi, alieni e trascendenti dell'alta

cultura, attraverso i quali si è costituita un'altra dimensione della realtà".

 

La ripetizione, l'imitazione e l'identificazione che la "coscienza felice" fa di questo

universo ideologico chiuso, sfocia in segni inequivocabili di forme totalitarie di

organizzazione collettiva.

 

La "paura della libertà", spiegata da Erich Fromm, non è altro che la descrizione di

quella reificazione della coscienza unidimensionale che diventa uno dei più potenti

meccanismi di controllo di tutti i tempi.

 

 

Alla "prima generazione" di Francoforte è stato rimproverato l'allarmismo con cui ha

analizzato il nuovo modello culturale-comunicativo emerso nelle società di consumo di

massa.

 

Alcuni autori contemporanei hanno considerato addirittura chiusa l'analisi critica della

Pseudocultura, ritenendola una conseguenza del dramma vissuto dalla Scuola nella

Germania nazista negli Anni Trenta.

 

Tuttavia, Jürgen Habermas, uno dei teorici più rilevanti della "seconda generazione",

ha ripreso lo studio del funzionamento ideologico delle società attuali.

 

Nella sua opera "Problemi di legittimazione nel tardo capitalismo" torna sul tema

dell'alienazione, riconsiderata come perdita della coscienza e della propria psicologia

dovuta a cause esterne al soggetto.

 

Solo ora Habermas allarga il quadro teorico di riferimento e introduce concetti della

Sociologia fenomenologica della conoscenza.

 

La colonizzazione-del-mondo-della-vita riadatta il concetto di mondo-della-vita di Alfred

Schutz.

 

Ma, il carattere intersoggettivo dato dall'autore della "Fenomenologia del mondo

sociale", diventa in Habermas una critica del dominio nel tardo capitalismo (quello che

usa lo Stato come un altro meccanismo per organizzare le relazioni di mercato).

 

Ancora una volta, la "doppia natura sovrapposta" che è l'alienazione viene affrontata

dall'assoluta integrazione nel sistema.

 

In altre parole, il mondo-della-vita scompare davanti all'avanzata della razionalizzazione

strumentale - la ragione utilizzata nello schema mezzi-fini, vale a dire: il calcolo

dell'utilità senza etica - già magnificamente studiata da Max Weber.

 

La "gabbia di ferro" che diventa la società tecnologica del capitalismo corporativo e

quasi postfordista, implica necessariamente la regolazione di tutte le sfere della vita.

 

Habermas, nella sua "Teoria dell'Azione Comunicativa", sottolinea la necessità di

uscire da questo modello ideologico in cui non è possibile il consenso razionale, né la

possibilità di creare "una situazione ideale di dialogo".

 

Tuttavia, non approfondirà come hanno fatto Adorno e Horkheimer in un'analisi

dettagliata delle strategie delle industrie culturali o dei complessi processi di

persuasione di massa.

 

In questo senso, la "prima generazione" è ancora più incisiva nella sua descrizione

critico-dialettica del neocapitalismo rispetto al modello linguistico-ermeneutico

dell'ultimo - sempre, penultimo - Habermas.

 

Ma, tuttavia, sia la "prima generazione" che la "seconda" hanno perseverato - e

perseverano - nell'indagine sui processi ideologici (la Pseudocultura che sostituisce la

cultura, la pseudoformazione l'educazione, l'opinione "massmediatica" l'opinione

pubblica) che trasformano la Società del Capitalismo di Massa in una nuova "gabbia di

ferro" della coscienza alienata industrialmente e scientificamente.

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

                                   

 

 

                                   

 

                                   

Μιχαήλ "Μίκης" Θεοδωράκης

Michail "Mikis" Theodorakis

"Ο Χορός Του Ζορμπά"

La danza di Zorba

 

creazione originale

politica e antifascista contro la dittatura del Regime dei Colonnelli

reinventata "tradizione" identitaria libertaria greca

da ρεμπέτικο rebetiko "il tango greco" degli emarginati nei bassifondi della società

in συρτάκι sirtaki la danza mista di lento e svelto συρτός dallo χασάπικος hasapiko

 

dalla colonna sonora 1964 del film

"Αλέξης Ζορμπάς" Alexis Zorbas, Zorba il Greco

prima mondiale in Svezia 1965